El poder de la música y ese momento en el que todo parece cobrar sentido.
"Es fantástico que la ciencia empiece a estudiar la raigambre social de la música. ¿Hay algo que se pegue más que una buena melodía? Lo único que sabemos todos a ciencia cierta de ella, de la música –y eso que nos acompaña desde los orígenes de las primeras tribus humanas– es su universalidad"Eduard Punset
Los que nos dedicamos profesionalmente a ella, hemos vivido más de cercauna inexplicable sensación de realización que nos hace intuir un trasfondo más profundo, pero todos, europeos o africanos, mayores de edad y niños, todos parecen emocionarse con sonidos parecidos. No me digan que no les intriga que tantos coincidan en hurgar la misma armonía, fruto de darle a una quinta, mientras interpretan como euforia el mismo clímax sonoro y como una señal de tristeza, una melodía demasiado lenta. ¿Y se han fijado cómo todas las organizaciones religiosas hacen uso de ella (siempre de la música) cada vez que se ha de solemnizar un acto dejándolo grabado en nuestro espíritu? ¿Dirían que es casualidad?
El sonido tiene una capacidad enorme, a veces inexplicable, de penetrar e influenciar el alma y la mente del oyente. Y ese es el motivo por el que sabemos que la música lo es desde tiempo inmemorial, desde el principio de los tiempos en la concepción del ser humano.
La vibración del sonido es el camino hacia la armonía social (ya era así en las familias prehistóricas), y por eso, también el camino hacia la paz universal. Pero una paz que para ser, ha de sostenerse en la justicia, como la música, sólo es posible bajo unas estructuras en equilibrio, las justas, el sonido no permite las dictaduras.
¿Recordáis esa sensación inexplicablemente emocionante justo en ese momento en que habéis sentido una comunión total durante un concierto?
¿Recordáis el placer tras un descomunal crescendo escuchando una frase de alguna sinfonía? ¿Recordáis la sensación de paz durante un espacio sonoro lleno de color en ese equilibrio perfecto en que parece estáis flotando? ¿Recordáis la seguridad, estable, feliz, escuchando algunas músicas repetitivas, de ritmo claro, en un tempo que os hace sentir a gusto? Ese es el momento en el que por un segundo todo parece tener sentido, donde se hace más tangible la salud frente a la enfermedad, el bien y la comodidad del cuerpo parecen vencer al malestar. Todos sabéis a qué sensación profunda me refiero cuando de verdad conseguísteis conectar con el sonido, con la "música" en sentido profundo.
Y también es ese el motivo por el cual en los momentos de crisis, de guerra, física, espiritual, filosófica o financiera como la que se vive hoy en día, determinados sectores liderados por el infinito afán de poder se ponen como una de sus primeras metas debilitar las bases de la actividad musical-cultural para debilitar a la vez la capacidad de defenderse del ser humano desde el orden social en el que vive, limitando su capacidad de emocionarse, de racionalizar, de luchar por valores en los que cree, sintiéndose fuerte, inspirado, capaz.
Derrotar la música es romper el alma del mundo.
Desde luego para mí no hay duda, somos música, música humana.
*Josep Vicent es músico, empresario y gestor musical. Principal conductor de la The World Orchestra. Director Titular i Artistic Orquestra Simfònica de les Illes Balears. Cultural Ambassador for Peace.
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